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esencial, sino solamente útil. Pero el emplazamiento tiene que estar ubicado en una
montaña muy alta, debido precisamente al problema a que usted aludió, es decir, a la
presión o densidad del aire. La catapulta en sí debe estar situada a la mayor altitud
posible, pero la punta de lanzamiento, en la que la carga viaja a más de once kilómetros
por segundo, tiene que encontrarse en una atmósfera tan tenue que se aproxime al vacío.
Lo cual requiere una montaña muy alta. A unos cuatrocientos kilómetros de aquí, por
ejemplo, se encuentra el pico Nanda Devi. Tiene una línea férrea a sesenta kilómetros de
distancia y una carretera que llega casi hasta su base. Ignoro si Nanda Devi es un
emplazamiento ideal. Lo único que digo es que se trata de un posible emplazamiento con
una excelente logística; el emplazamiento ideal tendría que ser escogido por los
ingenieros de Tierra.
- ¿Sería mejor una montaña más alta?
- ¡Indudablemente! - le aseguré -. Una montaña más alta sería preferible a otra más
cercana al ecuador. La catapulta puede ser diseñada para contrarrestar la influencia de la
rotación de Tierra. Lo más difícil es evitar en la medida de lo posible la fastidiosa densidad
de la atmósfera. Perdone, doctor: con esto no pretendo criticar a su planeta.
- Hay montañas más altas. Coronel, hábleme de esa propuesta catapulta.
- Con mucho gusto - dije -. La longitud de una catapulta como la que nosotros
proyectamos viene determinada por la aceleración. Nosotros creemos, de acuerdo con los
cálculos de la computadora, que una aceleración de veinte gravedades sería casi óptima.
Dada la velocidad de giro de Tierra, eso requiere una catapulta de trescientos veinte
kilómetros de longitud. En consecuencia...
- ¡Un momento, por favor! Coronel, ¿habla usted en serio de taladrar un agujero de
más de trescientos kilómetros de profundidad?
- ¡Oh, no! La construcción tiene que ser exterior, a fin de dar salida a las ondas
expansivas. El estator se extendería casi horizontalmente, con una pendiente de cuatro
kilómetros en trescientos, y en línea recta... casi recta, ya que la aceleración de Coriolis y
otros factores menos importantes determinarían una leve curva. La catapulta lunar es
completamente recta a simple vista y casi completamente horizontal.
- Bien. Me pareció que supravaloraba usted la capacidad de la ingeniería actual. Hoy
perforamos a grandes profundidades. Pero no tan profundas. Continúe.
- Doctor, es posible que esa duda que le ha asaltado a usted sea el motivo de que no
se haya construido antes una catapulta semejante. He visto esos estudios a los que usted
ha aludido. En la mayoría de ellos se supone que una catapulta tiene que ser vertical, a fin
de poder despedir la carga hacia el cielo... lo cual no es factible ni necesario. Imagino que
la suposición deriva del hecho de que sus naves espaciales salen despedidas
verticalmente hacia arriba.
Continué:
- Pero las naves espaciales siguen esa trayectoria para situarse por encima de la
atmósfera, no para entrar en órbita. Una carga despedida por una catapulta a la velocidad
correcta no regresará a Tierra sea cual sea su dirección. Bueno... con dos salvedades: no
debe ser apuntada hacia la propia Tierra sino hacia alguna parte del hemisferio celeste, y
debe disponer de la suficiente velocidad complementaria para abrirse paso a través de
cualquier tipo de atmósfera. Si se calcula correctamente su trayectoria, aterrizará en Luna.
- Comprendo. De modo que esa catapulta sólo podría ser utilizada una vez cada mes
lunar.
- No, doctor. Sobre la base en la cual usted estaba pensando sería una vez al día,
escogiendo el momento en el que Luna estaría en su órbita. Pero, de hecho (al menos
eso es lo que dice la computadora: yo no soy experto en astronáutica), esa catapulta
podría ser utilizada en cualquier momento, variando simplemente la velocidad de salida
de modo que alcanzara la órbita de Luna a su debido tiempo.
- No lo veo muy claro.
- Ni yo, doctor. Pero... ¿no hay un ordenador excepcionalmente bueno en la
Universidad de Peiping?
- ¿Y qué, si existe? (Me pareció detectar una intensificación de la suave
inescrutabilidad del Dr. Chan. ¿Un ordenador - Cyborg? ¿Cerebros en conserva? ¿O
vivos, conscientes? Horrible, en cualquiera de los casos).
- Podrían consultarle acerca de las posibilidades de una catapulta como la que acabo
de describir. Algunas órbitas se alejan extraordinariamente de la órbita de Luna antes de
regresar al punto en el que pueden ser capturadas por Luna, en un período de tiempo
fantásticamente largo. Otras giran alrededor de Tierra hasta que caen en la otra órbita.
Algunas son tan simples como las que utilizamos en Luna. Cada día hay períodos en los
cuales pueden ser escogidas las órbitas más cortas. Pero una carga permanece en la
catapulta menos de un minuto; la limitación estriba en la rapidez con que pueden
prepararse las cargas. Incluso es posible tener más de una carga en la catapulta al mismo
tiempo si la energía es suficiente y el control automático versátil. Lo único que me
preocupa es... Esas altas montañas, ¿están cubiertas de nieve?
- Normalmente, sí - respondió el Dr. Chan -. Hielo, nieve y roca desnuda.
- Bueno, doctor, al haber nacido en Luna no sé casi nada acerca de la nieve. El estator
no sólo tendría que permanecer rígido bajo la pesada gravedad de este planeta, sino que
tendría que soportar impulsos dinámicos a veinte gravedades. No creo que pudiera ser
anclado a la nieve o al hielo. ¿Qué opina usted?
- No soy ingeniero, coronel, pero me parece poco probable. Habría que quitar el hielo y
la nieve. Y evitar que volvieran a acumularse. El tiempo sería un problema, también. Me
refiero al tiempo atmosférico, claro.
- Lo ignoro todo acerca del tiempo atmosférico, doctor, y lo único que sé acerca del
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