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estar caliente.
- Bueno, creo que me vendría bien. Muy bien, gracias.
Entró y él la siguió, cerrando a puerta.
- Espéreme aquí, «sheriff». - La señora Gross le indicó una silla muy confortable -.
Traeré dos tazas. ¿Con crema y azúcar?
- Sólo con un poco de azúcar.
Volvió un momento después, pasándole una taza al «sheriff» y sentándose ella también
con otra.
- ¿Está caliente todavía?
El «sheriff» bebió un sorbo.
- Templado. No me gusta muy caliente. ¿Ha hecho ya algunos proyectos, señora?
Supongo que no tratará de seguir usted sola con la granja, ¿verdad? Creo que puede, con
mano enérgica..., pero...
- Estoy un poco vieja para eso, «sheriff». No, si puedo vender la granja, la venderé. Y
quizás, incluso, ya esté vendida.
- ¿A quién? Si no es indiscreción, claro.
- El señor Loursat tiene un hermano trabajando en Menominec. Es maquinista, pero
sabría batírselas con una granja y le gusta la agricultura. Ha estado hablando de
comprarse una pequeña y de abandonar el pueblo. El señor Loursat le escribirá al
respecto. Son muy unidos. El señor Loursat piensa que su hermano la comprará
inmediatamente si sabe que quedarían al lado. Dice, además, que podría prestarle el
dinero que le hiciera falta a su hermano para el pago de la entrada.
- Parece una buena idea, señora.
- Sí, lo es. Y si se demora en concretarse, tengo manera de pasar el tiempo hasta el fin
de la época de vacaciones. El señor Kramer, el dueño de la granja del otro lado, tiene un
hijo estudiando, que actualmente lo único que hace es ayudar a su padre. Vino a decirme
que es un buen trabajador y que me podría ayudar medio día, si así lo deseaba, durante
el resto del verano.
- Me parece estupendo, señora. Parece que todo se le arreglará. ¿Piensa vivir después
en el pueblo? ¿En Bartlesville?
- Todavía no me he decidido.
- Creo recordar que usted tenía un hijo y una hija.
- Los... tenía. Pero Siegfried peleó con los dos y nunca me dejó escribirles. Y ellos
dejaron de hacerlo. Desde hace por lo menos diez años.
- ¿No sabe la última dirección?
- No las direcciones de las calles. Bertha estaba en Cincinnati, Max en Milwaukee. Pero
esto era hace diez años.
El «sheriff» sonrió.
- Veré si haciendo preguntas puedo conseguir algo que le sea de utilidad. Escribiré al
jefe de la policía de esos dos sitios. Sabrán encontrar una pista que nos lleve, por lo
menos, hasta uno de ellos, quizás con la sola molestia de buscar en la guía de teléfonos.
Y si encuentran a alguno, encontrarán al otro. Seguramente están en contacto.
- Gracias, «sheriff». - La señora Gross sonrió, pero repentinamente se le llenaron los
ojos de lágrimas.
Otro golpe en la puerta; debía ser Loursat. Partió hacia allá secándose rápidamente las
mejillas mientras caminaba.
Diez minutos después todos se habían ido. Primero el «sheriff» y poco después la
señora Gross y Loursat; este último había esperado para mostrarle a ella la carta que
acababa de enviar a su hermano de Menominec, Michigan. Pensaba despacharla desde
el pueblo.
La cosa mental se quedó pensando.
Tuvo tiempo de sobra para pensar. Ahora, durante las dos horas en que ella estuvo
fuera y después cuando volvió a dormir.
Hizo planes. Ahora que conocía sus proyectos, Elsa Gross podía ser su próximo
huésped. Planeó rápidamente, pero dudando entre dos posibilidades. Una, que ella sería
capaz, como había dicho, de vender la granja. La otra, que por ese tiempo - el cual sería,
sin duda, dentro de algunas semanas - el «sheriff» ya habría encontrado a alguno de sus
hijos en Cincinnati o en Milwaukee o en cualquier otra parte, pero siempre esa otra parte
significaba una ciudad relativamente mayor.
Ella estaba durmiendo ahora y se la podría haber conseguido como huésped, pero no
lo hizo; podía esperar: estaría durmiendo aquí durante dos semanas más por lo menos. Y,
después de todo, existía la posibilidad de que todo resultara de otra manera. Quizás el
hermano de Loursat no compraba la granja, quizás el «sheriff» no lograba localizar ni al
hijo ni a la hija. Y también, en ese caso, sería peligroso tener que matar aquí mismo a la
señora, aunque lograra hacer aparecer todo muy razonable. Dos muertes violentas
atraerían demasiada atención sobre la granja.
Pero podía esperar, y hacer proyectos mientras esperara. Siempre podría haber una
oportunidad mejor que la presente. El mismo «sheriff» podría ser un excelente huésped,
mejor incluso que Elsa Gross, aunque sus proyectos resultaran: el «sheriff» siempre
podría tener un pretexto para viajar a Milwaukee y allí tendría completa libertad de
movimientos para investigar asuntos y gentes que la cosa mental de otro modo no habría
podido investigar. Y el «sheriff» tenía un coche: esto facilitaría ir los medios de conseguir
eliminarlo cuando ya le hubiera servido lo suficiente: siempre podría tener un choque de
frente, de tal modo que se pensara que se había quedado dormido al volante. Si el
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