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energía eléctrica hay una gran cisterna , semejante , salvo la proporción, a las que he
visto en las Bermudas. En éstas se trataba de proveer a las necesidades de una
población de diez mil habitantes... Aquí de un centenar de... ¡No sé aún cómo
calificarlos!
Es evidente que, tanto su jefe como ellos, han tenido senas razones para
habitar en las entrañas de este islote... Pero ¿cuáles son?
Se explica que los religiosos se encierren entre los muros de su convento
con la intención de separarse del resto de la humanidad. Pero ¡los súbditos del
Conde de Artigas no tienen aspecto de benedictinos ni de cartujos!
Continuando mi paseo al través de este bosque de pilares, llego al límite de
la caverna. Nadie me ha molestado, nadie me ha hablado, ni a nadie ha pare cido
inquietar mi presencia. Esta parte de Back-Cup es curiosa en extremo, comparable
a las maravillas que ofrecen las grutas de Kentucky o de las Baleares. No hay que
decir que el trabajo del hombre no se muestra en ninguna parte. Sólo aparece el
trabajo de la naturaleza , y no sin asombro, con miedo casi, se piensa en las fuerzas
telúricas capaces de engendrar tan prodigiosas substracciones. La parte situada
más allá del lago recibe oblicuamente los rayos luminosos del cráter central. Pero
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por la noche, ilumi nada por la luz eléctrica, debe tomar un aspecto fantástico. En
ningún sitio, a pesar de mis pesquisas, he notado rastro de comunicación exterior.
El islote ofrece asilo a numerosas parejas de pájaros, gaviotas, golondrinas
de mar, huéspedes habituales de las playas bermudanas... Aquí parece que jamás
han sido cazados, que se les deja multiplicarse a su placer, y no se espantan de la
vecindad del hombre.
Back-Cup posee además otros animales. En la parte de Bee-Hive hay
cercados destinados a las vacas, a los cerdos y carneros. La alimentación es, pues,
segura y variada, merced a los productos de la pesca, ya en los arrecifes del exterior,
ya en el lago, donde abundan peces de vanadas especies.
En. suma: basta mirar a los huéspedes de Back-Cup para tener la seguridad
de que no les faltan recursos. Son gente vigorosa, robustos tipos de marineros ,
curtidos por el calor de las bajas latitudes, de sangre rica y oxigenada por las brisas
del Océano. No hay ni niños ni viejos: sólo hombres cuya edad varía entre los treinta
y los cincuenta años.
Pero ¿por qué se han sometido este género de vida?,. Además, ¿no
abandonan nunca este extraño retiro?
Talvez n-o tardaré en saberlo...
X KER KARRAJE
La celda que ocupo está situada a unos cien pasos de la habitación del
Conde de piensa, una de las últimas de Bee-Hive. Ya que no deba partirla con
Tomás Roch, pienso que lo menos estaré cerca de la de éste , puesto que así es
preciso si se quiere que el guardián G
aydón continúe prestando sus cuidados al
pensionista de Healthful-House. Pronto lo sabré.
El capitán Spada y el ingeniero Serko viven aparte, en las proximidades del
palacio de Artigas.
¿Un palacio? ¿Porqué no darle este nombre si la vivienda ha sido decorada
con cierto arte? Manos hábiles han tallado la roca, de modo de figurar una fachada
ornamental. Una ancha puerta de acceso al interior. La luz penetra por vanas
ventanas abiertas en la roca y que cierran vidrieras de colores. El inte rior
comprende vanas habitaciones: un comedor, un salón alumbrado por una gran
ventana, todo dispuesto de forma que el renuevo del aire se efectúe de un modo
perfecto. Los muebles son de diferente origen, de formas muy fantásticas, con las
marcas de fabricación francesa, inglesa y americana. Evidentemente, su propietario
gusta de la variedad de estilos. La repostería y la cocina están en celdas anejas, tras
Bee-Hive.
Por la tarde, en el momento en que salía con la futura intención de obtener
una audiencia del Conde de Artigas, le veo que sube de las o rillas del lago. Sea que
no me ha visto, o que no quiera hablarme ha apresurado el paso, y no me ha sido
posible alcanzarle.
-Es preciso, sin embargo, que me reciba- me he dicho.
Acelero el paso y me detengo ante la puerta de la habitación, que acababa
de cerrarse.
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Una especie de diablo, de origen malayo, muy obscuro de color, aparece en
seguida en el umbral, y con voz ruda me ordena que me ale je.
Resisto a la orden, o insisto repitiendo dos veces esta frase en buen inglés:
-Prevén al Conde de Artigas que deseo ser recibido por él ahora mismo-
Corno si me hubiera dirigido a las rocas de Back-Cup. Este salvaje no
comprende, sin duda, una palabra de inglés, y no me responde más que con un
aullido amenazador.
Me acomete la idea de forzar la puerta , de gritar de modo que el Conde me
oiga. Pero, según toda probabilidad, esto no produciría más resultado que provocar
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